La Tierra
La
Tierra es como una isla de vida en medio del espacio vacío. Los científicos no
creen que exista vida en otro punto del sistema solar. En cambio, las
condiciones de nuestro país son perfectas. No le falta ni aire ni agua y el Sol
nos proporciona luz y calor.
Nuestro
planeta esta rodeado por la atmósfera. Se trata de una fina capa de gases
(principalmente de oxigeno y nitrógeno) que se extiende hasta unos 700 km. por
sobre de la superficie terrestre. Es en la atmósfera, que mantiene el planeta
caliente donde se producen todos los fenómenos climatológicos. Esta capa
contiene también otros elementos químicos: nitrógeno, carbono y sofre,
transferido constantemente a la Tierra y aprovechados por los seres
vivos.
Las
temperaturas de nuestro planeta son las mas adecuadas para que los animales y
las plantas sobrevivan y se reproduzcan. Las temperaturas varían según la zona
de la Tierra, des del frío de los casquetes polares hasta el calor extremo de
la selva tropical y el desierto. Pero los seres vivos se han adaptado a todas
las condiciones ambientales y podemos encontrar vida casi a todo el
planeta.
Des
del espacio se pueden ver los indicios del clima de la Tierra. La rotación del
planeta y las diferencias de temperatura provocan movimientos de aire sobre la
superficie terrestre. Así se forman el viento, las nubes y la lluvia. Las nubes
transportan las lluvias que llenan los ríos y los lagos. La temperatura del
planeta hace que el agua se mantenga en estado liquido. Si hiciera demasiado
frío, el agua se helaría y si hiciera demasiado calor, se transformaría en
vapor de agua.
El Efecto invernadero
La
atmósfera de la Tierra está compuesta de muchos gases. Los más abundantes son
el nitrógeno y el oxígeno (este último es el que necesitamos para respirar). El
resto, menos de una centésima parte, son gases llamados "de
invernadero". No los podemos ver ni oler, pero están allí. Algunos de
ellos son el dióxido de carbono, el metano y el dióxido de nitrógeno.
En
pequeñas concentraciones, los gases de invernadero son vitales para nuestra
supervivencia. Cuando la luz solar llega a la Tierra, un poco de esta energía
se refleja en las nubes; el resto atraviesa la atmósfera y llega al suelo.
Gracias a esta energía, por ejemplo, las plantas pueden crecer y desarrollarse.
Pero
no toda la energía del Sol es aprovechada en la Tierra; una parte es
"devuelta" al espacio. Como la Tierra es mucho más fría que el Sol,
no puede devolver la energía en forma de luz y calor. Por eso la envía de una
manera diferente, llamada "infrarroja". Un ejemplo de energía
infrarroja es el calor que emana de una estufa eléctrica antes de que las
barras comiencen a ponerse rojas.
Los gases de invernadero absorben esta energía infrarroja como una esponja, calentando tanto la superficie de la Tierra como el aire que la rodea. Si no existieran los gases de invernadero, el planeta sería ¡cerca de 30 grados más frío de lo que es ahora! En esas condiciones, probablemente la vida nunca hubiera podido desarrollarse. Esto es lo que sucede, por ejemplo, en Marte.
En el pasado, la Tierra paso diversos periodos glaciales. Hoy día quedan pocas zonas cubiertas de hielo. Pero la temperatura mediana actual es solo 4 ºC superior a la del ultimo periodo glacial, hace 18000 años.
Marte tiene casi el mismo tamaño de la Tierra, y está a una distancia del Sol muy similar, pero es tan frío que no existe agua líquida (sólo hay hielo), ni se ha descubierto vida de ningún tipo. Esto es porque su atmósfera es mucho más delgada y casi no tiene gases de invernadero. Por otro lado, Venus tiene una atmósfera muy espesa, compuesta casi en su totalidad por gases de invernadero. ¿El resultado? Su superficie es 500ºC más caliente de lo que sería sin esos gases.
Por lo tanto, es una suerte que nuestro planeta tenga la cantidad apropiada de gases de invernadero.
El efecto de calentamiento que producen los gases se llama efecto invernadero: la energía del Sol queda atrapada por los gases, del mismo modo en que el calor queda atrapado detrás de los vidrios de un invernadero.
En el Sol se producen una serie de reacciones nucleares que tienen como consecuencia la emisión de cantidades enormes de energía. Una parte muy pequeña de esta energía llega a la Tierra, y participa en una serie de procesos físicos y químicos esenciales para la vida.
Prácticamente toda la energía que nos llega del Sol está constituida por radiación infrarroja, ultravioleta y luz visible. Mientras que la atmósfera absorbe la radiación infrarroja y ultravioleta, la luz visible llega a la superficie de la Tierra. Una parte muy pequeña de esta energía que nos llega en forma de luz visible es utilizada por las plantas verdes para producir hidratos de carbono, en un proceso químico conocido con el nombre de fotosíntesis. En este proceso, las plantas utilizan anhídrido carbónico y luz para producir hidratos de carbono (nuevos alimentos) y oxígeno. En consecuencia, las plantas verdes juegan un papel fundamental para la vida, ya que no sólo son la base de cualquier cadena alimenticia, al ser generadoras de alimentos sino que, además, constituyen el único aporte de oxígeno a la atmósfera.
En la fotosíntesis participa únicamente una cantidad muy pequeña de la energía que nos llega en forma de luz visible. El resto de esta energía es absorbida por la superficie de la Tierra que, a su vez, emite gran parte de ella como radiación infrarroja. Esta radiación infrarroja es absorbida por algunos de los componentes de la atmósfera (los mismos que absorben la radiación infrarroja que proviene del Sol) que, a su vez, la remiten de nuevo hacia la Tierra. El resultado de todo esto es que hay una gran cantidad de energía circulando entre la superficie de la Tierra y la atmósfera, y esto provoca un calentamiento de la misma. Así, se ha estimado que, si no existiera este fenómeno, conocido con el nombre de efecto invernadero, la temperatura de la superficie de la Tierra sería de unos veinte grados bajo cero. Entre los componentes de la atmósfera implicados en este fenómeno, los más importantes son el anhídrido carbónico y el vapor de agua (la humedad), que actúan como un filtro en una dirección, es decir, dejan pasar energía, en forma de luz visible, hacia la Tierra, mientras que no permiten que la Tierra emita energía al espacio exterior en forma de radiación infrarroja.
A partir de la celebración, hace algo más de un año, de la Cumbre para la Tierra, empezaron a aparecer, con mayor frecuencia que la habitual en los medios de comunicación, noticias relacionadas con el efecto invernadero. El tema principal abordado en estas noticias es el cambio climático. Desde hace algunas décadas, los científicos han alertado sobre los desequilibrios medioambientales que están provocando las actividades humanas, así como de las consecuencias previsibles de éstos.
En lo que respecta al efecto invernadero, se está produciendo un incremento espectacular del contenido en anhídrido carbónico en la atmósfera a causa de la quema indiscriminada de combustibles fósiles, como el carbón y la gasolina, y de la destrucción de los bosques tropicales. Así, desde el comienzo de la Revolución Industrial, el contenido en anhídrido carbónico de la atmósfera se ha incrementado aproximadamente en un 20 %. La consecuencia previsible de esto es el aumento de la temperatura media de la superficie de la Tierra, con un cambio global del clima que afectará tanto a las plantas verdes como a los animales. Las previsiones más catastrofistas aseguran que incluso se producirá una fusión parcial del hielo que cubre permanentemente los Polos, con lo que muchas zonas costeras podrían quedar sumergidas bajo las aguas. Sin embargo, el efecto invernadero es un fenómeno muy complejo, en el que intervienen un gran número de factores, y resulta difícil evaluar tanto el previsible aumento en la temperatura media de la Tierra, como los efectos de éste sobre el clima.
Aún cuando no es posible cuantificar las consecuencias de éste fenómeno, la actitud más sensata es la prevención. El obtener un mayor rendimiento de la energía, así como el utilizar energías renovables, produciría una disminución del consumo de combustibles fósiles y, por lo tanto, de nuestro aporte de anhídrido carbónico a la atmósfera. Esta prevención también incluiría la reforestación, con el fin de aumentar los medios naturales de eliminación de anhídrido carbónico. En cualquier caso, lo importante es ser conscientes de cómo, en muchas ocasiones, nuestras acciones individuales tienen influencia tanto sobre la atmósfera como sobre la habitabilidad del planeta.
Consecuencias
Conocemos
las consecuencias que podemos esperar del efecto invernadero para el próximo
siglo, en caso de que no vuelva a valores más bajos:
Aumento
de la temperatura media del planeta.
Aumento
de sequías en unas zonas e inundaciones en otras.
Mayor
frecuencia de formación de huracanes.
Progresivo
deshielo de los casquetes polares, con la consiguiente subida de los niveles de
los océanos.
Incremento
de las precipitaciones a nivel planetario pero lloverá menos días y más
torrencialmente.
Aumento
de la cantidad de días calurosos, traducido en olas de calor.
La
capa de ozono
El
ozono es un gas cuyas moléculas están formadas por tres átomos de oxígeno(O3),
uno más que las moléculas de oxígeno que respiramos. La capa de ozono se fue
engrosando a medida que fue aumentando la cantidad de oxígeno. Esto es así
porque su formación se debe a reacciones químicas entre el oxígeno y los rayos
ultravioletas.
En
la atmósfera, el ozono se concentra en un estrecha franja de la estratosfera,
entre los 20 y 40 kilómetros de altura, formando la llamada capa de ozono, un
elemento decisivo para la vida en el planeta. En efecto, la capa de ozono es
para los seres vivos como un paraguas protector frente a los peligrosísimos
rayos ultravioletas. Si estas radiaciones alcanzaran la superficie terrestre
sin pasar por el filtro del ozono, causarían entre otros muchos efectos
dañinos, la destrucción del fitoplacton, base de todas las cadenas alimentarias
del océano, por lo que peligrarían todos los organismos marinos; en el hombre,
la radiación ultravioleta causaría un debilitamiento general del sistema inmunológico,
importantes daños en la vista, y un aumento de casos de cáncer de piel.
En
1974, dos científicos estadounidenses Sherwood Rowland y Mario Molina
descubrieron que los CFC, sustancias muy utilizadas en la industria, destruyen
el ozono.
Rowland
y Molina fueron atacados por las empresas productoras, pero pocos años después
se detectó que con la llegada de la primavera, el espesor de la capa de ozono
sobre la Antártida era anormalmente delgado y se comprobó que la causa era el
uso de CFC. En 1987, 40 países industrializados pactaron en Montreal la
reducción de la producción de CFC en un 50% en el año 2000. En 1990 la
Argentina firmó el protocolo.
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